«El 8M millones de mujeres, de una manera casi premonitoria, salimos a la calle en diferentes puntos de la geografía mundial para denunciar el efecto que tiene sobre nosotras una pandemia “originaria”, que se extiende también por todo el mundo dejando desigualdad, pobreza, discriminación y muertes (muertas, en realidad). Sin embargo, para la pandemia machista todavía no hay vacunas.
Ese día salimos también para decir que vivas, juntas y alegres nos queremos.
Al fundamentalismo patriarcal esto le pareció un pecado y tardó muy poco en tratar de amedrentarnos con la antigua estrategia de la culpa. Nosotras, incautas inconscientes, éramos las culpables de que el virus se propagara por el país, aunque las orgias comerciales, futbolísticas y consumistas se seguían celebrando sin ningún tipo de control ni castigo social.
Ningún virus nos hará callar.»