Me llamo Patricia, soy enfermera de Urgencias en el Hospital Clínico de Zaragoza. Llevo diez años trabajando, y en mi vida laboral nunca había visto nada parecido como la crisis de la COVID-19. Han llegado sobre todo mayores de las residencias, y ya en muy mal estado. Algunos venían de dos en dos en las ambulancias. Hubo una noche que llegaban de tres en tres, y en poco rato tuvimos una veintena de mayores en urgencias. No paraban de llegar, y por las condiciones que traían, te preguntabas si volverían a salir con vida. Una de mis mejores amigas está en la UCI. Ella, cuando salía del hospital, tenía que quedarse un rato a llorar en el coche antes de ir a su casa. Me acuerdo de un hombre que vino de una residencia, y solo preguntaba por su hijo. Y a su hijo no lo iba a poder ver. O una mujer mayor gritando: mamá, mamá. Llamaba a su madre como si fuera una niña. Para mí lo más doloroso ha sido todo esto. Las personas mayores solas. La soledad tan brutal.