Me llamo Laura, trabajo de programadora en una empresa de transportes, y soy madre de dos hijos. Carlitos, el peque, se puso muy malo. Tuvo una bronquiolitis. Unos días antes Manuel, el mayor, enfermó, y la fiebre le subió a treinta y nueve grados. Era mediados de marzo, y a la vez Santi, mi pareja, empezó con síntomas: dolor de garganta muy fuerte, fiebre alta, tos, dolor muscular, y la clave: perdió el gusto y el olfato, tanto que ni olía las cacas del bebé. Cuando él se empezaba a recuperar, caí yo. La pediatra nos dijo que toda la familia teníamos el cuadro completo de coronavirus. Nos confinamos completamente. Nos dejaban la compra y las medicinas en el ascensor. El peque necesitó una cámara de inhalación para respirar. Nos recetaron ibuprofeno, y a los niños antibióticos y corticoides. No podía venir nadie a ayudarnos. Estuvimos un mes así.