Albacete, Albacete
05 Agosto 2020
Motín de temporeros
A mediados de julio, tras realizarse trescientos setenta test PCR y confirmarse más de una veintena de positivos en un asentamiento de inmigrantes a las afueras de la capital albaceteña, en el que vivían hasta quinientas personas, las autoridades se vieron obligadas a su desalojo. La mayoría de ellas, cerca de doscientas personas, fueron reubicadas en la Institución Ferial de Albacete (IFAB), donde permanecerían confinadas durante catorce días. Pasado este tiempo se detectó un nuevo brote de COVID-19, que obligaba a los temporeros a un nuevo confinamiento. La tensión no se hizo esperar. Después de llevar dos semanas con la movilidad restringida, sin poder ir a trabajar, algunos de los temporeros se fugaron. Otros salieron a la calle para exigir el fin de esta situación, en un motín que se prolongó durante casi cinco horas. Muchos de los temporeros habían dado negativo en las pruebas hasta tres veces y no entendían por qué no podían ir a trabajar. “Lo único que quieren es trabajar porque o trabajan o no pueden mandar dinero a sus familias, ya que la mayoría son africanos, de Senegal y Mali”, explicaba Cheikhou Cisse, portavoz del Colectivo de Apoyo al Inmigrante (Acaim). La situación fue controlada por la policía y las administraciones acordaron reubicar a los trabajadores en distintos pabellones de la ciudad, en grupos de unas veinte o veinticinco personas, lo que facilitaría el control del brote.

Un temporero muestra un cartel pidiendo salir del confinamiento para poder trabajar.
La Policía está pendiente de que ningún temporero se salte el cordón policial.
La tensión aumenta conforme pasan las horas.
Los temporeros sienten estar en una cárcel.
El motín continúa y algunos intentan explicar a la policía sus necesidades.
Tras horas de negociación, algunos deciden volver dentro de la IFAB.
Uno de los cabecillas del motín habla con el alcalde de Albacete, Vicente Casañ.
Una voluntaria trata de convencer a uno de los temporeros para que regrese dentro.
La falta de información y las barreras lingüísticas complican la situación.
Un policía trata de llevarse a un temporero que se resiste a volver dentro del pabellón.
Policía y temporeros discuten, agotados, tras varias horas de tensión.
Dos temporeros acaban derrumbándose y echan a llorar tras ver que su situación no mejora y tienen que volver al pabellón.