Mientras incendios y el invierno hacen aún más precarias las condiciones de vida de las personas sin techo, en las calles de San Roque un hombre de menos de treinta años se resguarda del racismo y el frío antes de continuar caminando invisiblemente por los senderos destinados a los marginados y excluidos, tratando de descansar el cuerpo y la mente bajo las mantas encontradas en la basura.
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