Francisco Javier, 48 años. Vive en el barrio Santo Cristo de Badalona. Afectado por la polio en su infancia. Ha tenido una vida complicada, ha sido un drogadicto durante mucho tiempo. Durante la crisis del coronavirus, su casa fue destruida. Desde entonces pasa mucho tiempo lejos de ella para aliviar el aburrimiento y conseguir comida. A menudo canta y pide limosna en algunas de las plazas del barrio del Raval de Barcelona.