En febrero de 2020 España entraba en fase de contención por el nuevo coronavirus, algunos hospitales y residencias ya tomaban las primeras medidas de control y restricción de visitas, que con posterioridad se demostraron insuficientes. En la imagen, mi padre, Ignacio, observaba la calle desde la ventana convaleciente de un infarto en algo que en las semanas y meses venideros con la eclosión de la pandemia se convertiría en una constante: las vidas atrapadas en los interiores de las casas, de las residencias y de los hospitales.