Barcelona, Barcelona
20 Mayo 2020

Jhohands Quintana Molina, 27 años, y su pareja, Estefany Molina Vivas, 23, posan para una fotografía en el barrio de Sant Andreu en Barcelona. Ellos son de Venezuela y lo dejaron todo, el negocio y la casa, para instalarse en la capital catalana un par de meses antes de la llegada de la madre y la abuela de él, y así poder buscar un hogar para todos. Lo que no esperaban era el impacto de la pandemia, que les hizo sufrir en primera persona los efectos de la crisis que se desencadenaría. Se habían quedado sin trabajo y sin recursos para llegar a final de mes, por eso se vieron obligados a pedir ayuda para poder salir adelante. «Al principio me sentía muy triste, se me empezó a caer el pelo» dice Jacqueline, la madre de él, que siente impotencia porque a día de hoy aún tiene pendientes todos los permisos legales para poder empezar a trabajar y contribuir económicamente a sacar adelante a la familia. «Al principio lo que hacíamos era establecer dos comidas al día para ahorrarnos una. Empezábamos a comer a las 11:00 h de la mañana y volvíamos a comer a las 19:00 h de la noche. Nos saltábamos una comida, que nos servía como medida de ahorro. Eso me ha enseñado que si necesitas ayuda hay que pedirla; no es cuestión de orgullo ni nada por el estilo, pero sí que resulta complicado tener que decirle a alguien si me puede ayudar, sin que piensen que quieres estar aquí sentado sin hacer nada». Finalmente decidieron contactar con Cáritas sin ningún tipo de esperanza, pero el correo electrónico que enviaron obtuvo respuesta y le asignaron a una responsable, Sandra, que la atendió y se interesó por conocer su caso. «Me dieron una ayuda de 300 € los meses de abril y mayo, lo que nos ayuda a poder pagar el alquiler de 880 €», una cifra que no les llega para hacer frente al total de gastos, pero con la ayuda de un familiar que paga la luz y el agua, y el pequeño sueldo de Jhohands como repartidor de Glovo, que gana entre 300 y 350 euros al mes, pueden tirar a delante. A pesar de la situación que les ha tocado vivir se muestran optimistas y lo que más valoran es la unión familiar. «A veces nos quejamos mucho y estamos mejor que nunca, tenemos salud, estamos juntos, y pienso que lo peor ya ha pasado, que no nos podemos dejar caer». Recuerda cómo vivían en Venezuela y la vida que tienen aquí, y afirman rotundamente que «el hecho de estar aquí hoy es una auténtica bendición».

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