Los primeros días de confinamiento, todos los fotógrafos de Madrid pensamos en la misma imagen en la Gran Vía, a tenor de las veces que se han publicado fotografías similares. En mi caso y tras ser identificado once veces por la policía esa tarde (apenas había nadie más en la calle que fotoperiodistas, policías y personas sin hogar) apareció esta joven vestida de rojo que paseaba a su perro con un arnés a juego. Me pareció una imagen que recordaba a historias de presentes distópicos, en los que la población mundial esta amenazada por un nuevo virus causado por nuestra mala cabeza como sociedad y al egoísmo de las grandes empresas que no dudan en explotar el planeta sin atender a las consecuencias. En ese momento imaginé a esa joven y a su perro como a la heroína en la que teníamos que confiar nuestro futuro como especie.