Una de las calles de Magaluf, Palma de Mallorca, paradigma del turismo extremo para extranjeros que buscan divertirse consumiendo de la forma más barata posible, vacía durante el confinamiento. Sus locales de estriptis, sus discotecas y sus estudios de tatuaje permanecían cerrados ante la inexistencia de clientes y bajo la mirada de algunos pocos residentes que paseaban por sus calles.
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