Encarna Calomarde y sus tres hijos, Raúl, Beatriz e Inmaculada. Acaban de perder a Enrique Gil, su marido y padre. Ha muerto de cáncer, no por coronavirus, y van a darle sepultura en Cementerio General de Valencia. «No pueden entrar todos. Solo tres personas». El responsable del acceso al camposanto cumple con su cometido a rajatabla. Una orden del Ministerio de Sanidad dice que al muerto pueden acompañarlo en su último adiós un máximo de tres personas. En la puerta del cementerio por donde les han indicado que tienen que entrar hacen su último intento. A la funcionaria que les abre la puerta, Raúl le hace una propuesta: que entren su madre y sus hermanas y, una vez empiece el funeral, una de ellas sale del cementerio para que él pueda estar un momento». «No. Son solo tres personas», es la respuesta. Pasado ese tiempo, suficiente para asimilar la cruel realidad, reabre la puerta, deja pasar el coche y a las tres mujeres que se despiden del hermano que queda fuera.